¿Qué sucede cuando has consagrado
toda tu vida al arte? ¿Qué sucede cuando has despreciado el
contacto con las personas durante toda tu vida? ¿Qué sucede cuando,
de repente, la belleza que sólo veías en el arte se personifica?
Nada... Absolutamente nada... Ningún contacto con el exterior me
está permitido a mí, aquél al que llaman Máscara... Todo empezó
en ese frío invierno...
Yo estaba
dibujando, como de costumbre, y unos suaves golpecitos resonaron en
la madera de la puerta. No hice caso. Pero los golpes volvieron a
perturbar mi inspiración, así que grité, como de costumbre:
“¡Fuera de aquí!” Pero quienquiera que estuviera llamando a mi
puerta hizo caso omiso de mis imprecaciones y volvió a golpearla.
Aunque lo hacía ligeramente, cualquier mínimo ruido era capaz de
interrumpir mi fluida imaginación. En ese momento estaba trabajando
en mi obra maestra, así que no pude tolerarlo. El carnaval se
avecinaba en Venecia, era el único momento en todo el año que podía
mostrarme tranquilamente por las calles sin ser despreciado. Así que
aprovechaba siempre esos momentos, creaba el mejor disfraz y, ante
todo, la mejor máscara.
Me dirigí
hacia la puerta con grandes pasos y agitados movimientos de
desesperación, me había puesto una máscara horrenda que tenía
para estas ocasiones, pensando que al verme, quienquiera que fuese,
huiría corriendo. Sin embargo, tal fue mi sorpresa al abrir la
puerta que, por unos instantes, me pareció que el tiempo se había
paralizado. Los copos de nieve parecían estar suspendidos en el
aire, y la figura que tenía ante mis ojos parecía poseer la
inmutabilidad de las obras de arte, en vez de la corruptibilidad
humana. Era el rostro de una chica joven envuelto en una capucha. La
blancura de su vestido se confundía perfectamente con la palidez de
su rostro, sólo dos manchas sobresalían de este cuadro: el rojo de
sus labios y la sangre que brotaba de su brazo.
Imágenes
como aquélla sólo las había visto en los cuadros, nunca en la
realidad. Yo siempre había huido de ella, hasta que supe hacer real
mi propio mundo de fantasía. Era feliz viviendo así, solos yo y mi
mundo, no había nadie que me juzgara, nada me impedía vivir allí.
Sólo en contadas ocasiones salía al exterior, frecuentaba los
suburbios porque allí la gente ya tenía bastante con sus problemas
y apenas se fijaban en mí. Además, solía comer siempre en el mismo
sitio, ya me conocían, aunque no se acercaban demasiado a mí, hecho
que ya me estaba bien. Pero en ese momento, alguien había llegado a
mí, y en vez de echar a esa persona, la había metido dentro de mi
casa.
Era la
primera vez que hacía algo así, no sabía muy bien porqué, pero lo
cierto es que lo hice sin pensarlo dos veces. De algún modo, tenía
la necesidad de plasmar la belleza de ese rostro, me inspiraba algo,
no sabía muy bien qué. Para mí, esa chica no era humana, era una
obra de arte y, por ello, debía inmortalizarla como es debido.
Estaba flotando en una góndola, ya se había desmayado cuando
llegué. La cogí en brazos y la llevé a mi taller, le curé la
herida y luego me dispuse a trabajar. La había puesto sobre la mesa
y estaba sacando un molde de su rostro. Ése era mi oficio, primero
dibujaba un rostro y después lo materializaba. Sólo que en esta
ocasión, el rostro ya existía y sólo tenía que copiarlo para que
fuese eterno.
Cuando se
secó, retiré el yeso cuidadosamente y limpié los restos de su tez,
retornando la suavidad a su piel. Entonces pinté la máscara y,
cuando estuvo terminada, me quedé observándolas a las dos,
difícilmente llegué a igualar su belleza. ¿Qué era real y qué
era ilusión? En aquel momento, toda mi vida me pareció un sueño
del que todavía no había despertado. Me había marchado de la casa
de mis padres porque mi realidad chocaba con la suya, mi existencia
no era posible allí, no me dejaban ser lo que yo era. Pero, ¿quién
era yo? ¿Acaso lo sabía alguien? ¿Acaso lo sabía yo mismo?
Había nacido sin rostro, o eso era lo que decían... En mi casa no había espejos. Sólo veía lo que quería ver, mis máscaras. Había una infinidad de ellas en mi casa, en los estantes, colgadas en la pared, sobre la mesa, en el suelo... Y sabía que, de algún modo, todas ellas mostraban una parte de mí, yo podía llegar a saber quién era... Pero los demás no. Cuando ella se despertó yo estaba medio dormido, me dio las gracias e intentó quitarme la máscara para ver si estaba despierto. Me asusté y le grité, se fue corriendo. Me hubiera gustado detenerla y pedirle disculpas, pero hice lo que debía. Mi nombre es Máscara, y nadie puede ni podrá jamás conocerme y mucho menos amarme, tan sólo me es permitido contemplar la belleza de pequeños seres inertes que no pueden corresponderme.
Photography: Lolo Font
Models: Angel Curioso and Xavi QueroGir'ls outfit: Narcissique CouturePlace: Madame Chocolat
Boy's outfit: Madame Chocolat
Com mola, tindries que publicar-ho en algun concurs o alguna cosa aixi es massa bo per no fer-lo public
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