Saturday, 1 June 2013

La máscara (The Mask)


¿Qué sucede cuando has consagrado toda tu vida al arte? ¿Qué sucede cuando has despreciado el contacto con las personas durante toda tu vida? ¿Qué sucede cuando, de repente, la belleza que sólo veías en el arte se personifica? Nada... Absolutamente nada... Ningún contacto con el exterior me está permitido a mí, aquél al que llaman Máscara... Todo empezó en ese frío invierno...  


Yo estaba dibujando, como de costumbre, y unos suaves golpecitos resonaron en la madera de la puerta. No hice caso. Pero los golpes volvieron a perturbar mi inspiración, así que grité, como de costumbre: “¡Fuera de aquí!” Pero quienquiera que estuviera llamando a mi puerta hizo caso omiso de mis imprecaciones y volvió a golpearla. Aunque lo hacía ligeramente, cualquier mínimo ruido era capaz de interrumpir mi fluida imaginación. En ese momento estaba trabajando en mi obra maestra, así que no pude tolerarlo. El carnaval se avecinaba en Venecia, era el único momento en todo el año que podía mostrarme tranquilamente por las calles sin ser despreciado. Así que aprovechaba siempre esos momentos, creaba el mejor disfraz y, ante todo, la mejor máscara.  


Me dirigí hacia la puerta con grandes pasos y agitados movimientos de desesperación, me había puesto una máscara horrenda que tenía para estas ocasiones, pensando que al verme, quienquiera que fuese, huiría corriendo. Sin embargo, tal fue mi sorpresa al abrir la puerta que, por unos instantes, me pareció que el tiempo se había paralizado. Los copos de nieve parecían estar suspendidos en el aire, y la figura que tenía ante mis ojos parecía poseer la inmutabilidad de las obras de arte, en vez de la corruptibilidad humana. Era el rostro de una chica joven envuelto en una capucha. La blancura de su vestido se confundía perfectamente con la palidez de su rostro, sólo dos manchas sobresalían de este cuadro: el rojo de sus labios y la sangre que brotaba de su brazo.  


Imágenes como aquélla sólo las había visto en los cuadros, nunca en la realidad. Yo siempre había huido de ella, hasta que supe hacer real mi propio mundo de fantasía. Era feliz viviendo así, solos yo y mi mundo, no había nadie que me juzgara, nada me impedía vivir allí. Sólo en contadas ocasiones salía al exterior, frecuentaba los suburbios porque allí la gente ya tenía bastante con sus problemas y apenas se fijaban en mí. Además, solía comer siempre en el mismo sitio, ya me conocían, aunque no se acercaban demasiado a mí, hecho que ya me estaba bien. Pero en ese momento, alguien había llegado a mí, y en vez de echar a esa persona, la había metido dentro de mi casa.  


Era la primera vez que hacía algo así, no sabía muy bien porqué, pero lo cierto es que lo hice sin pensarlo dos veces. De algún modo, tenía la necesidad de plasmar la belleza de ese rostro, me inspiraba algo, no sabía muy bien qué. Para mí, esa chica no era humana, era una obra de arte y, por ello, debía inmortalizarla como es debido. Estaba flotando en una góndola, ya se había desmayado cuando llegué. La cogí en brazos y la llevé a mi taller, le curé la herida y luego me dispuse a trabajar. La había puesto sobre la mesa y estaba sacando un molde de su rostro. Ése era mi oficio, primero dibujaba un rostro y después lo materializaba. Sólo que en esta ocasión, el rostro ya existía y sólo tenía que copiarlo para que fuese eterno.  


Cuando se secó, retiré el yeso cuidadosamente y limpié los restos de su tez, retornando la suavidad a su piel. Entonces pinté la máscara y, cuando estuvo terminada, me quedé observándolas a las dos, difícilmente llegué a igualar su belleza. ¿Qué era real y qué era ilusión? En aquel momento, toda mi vida me pareció un sueño del que todavía no había despertado. Me había marchado de la casa de mis padres porque mi realidad chocaba con la suya, mi existencia no era posible allí, no me dejaban ser lo que yo era. Pero, ¿quién era yo? ¿Acaso lo sabía alguien? ¿Acaso lo sabía yo mismo?


Había nacido sin rostro, o eso era lo que decían... En mi casa no había espejos. Sólo veía lo que quería ver, mis máscaras. Había una infinidad de ellas en mi casa, en los estantes, colgadas en la pared, sobre la mesa, en el suelo... Y sabía que, de algún modo, todas ellas mostraban una parte de mí, yo podía llegar a saber quién era... Pero los demás no. Cuando ella se despertó yo estaba medio dormido, me dio las gracias e intentó quitarme la máscara para ver si estaba despierto. Me asusté y le grité, se fue corriendo. Me hubiera gustado detenerla y pedirle disculpas, pero hice lo que debía. Mi nombre es Máscara, y nadie puede ni podrá jamás conocerme y mucho menos amarme, tan sólo me es permitido contemplar la belleza de pequeños seres inertes que no pueden corresponderme.  

Photography: Lolo Font
Models: Angel Curioso and Xavi QueroGir'ls outfit: Narcissique Couture
Place: Madame Chocolat

Boy's outfit: Madame Chocolat